viernes, 20 de abril de 2007

Tlapitzani (cuento de dos compadres músicos)

El gutarrista era brujo según lo dejó contado su compadre. Cuando el brujo murió se fue al infierno (mictlán). El violinista ignoraba que los malvados fueran al infierno. Un mal día se le apareció Satanás, en forma de hombre, y le dijo:
-Vengo a preguntarte si tienes tiempo de ir a tocar a mi casa porque tengo pensado hacer una fiesta.
-No sé cómo decirte, señor,- respondió el músico- pues mi compañero ya murió.
-No te preocupes -repuso Satanas-allá habrá quien te ayude a tocar.
El violinista preguntó sobre la lejanía del lugar a donde era invitado.
-No está lejos -dijo el diablo- nada más dime cuánto me vas a cobrar para que esté listo.
El músico se fue con quien lo contrató pero éste lo llevó por un camino demasiado feo y montañoso. Finalmente llegaron al tetzacualli. El personaje desconocido ordenó al violinista que permaneciera ahí. Mientras esperaba, de repente todo su alrededor se convirtió en una ciudad con casas grandes pero no veía a ninguna persona.
Fue hasta mucho rato después cuando su compadre se hizo presente con la guitarra en la mano y preguntó:
-Compadre, ¿has venido a la fiesta?
-Sí compadre, vine a la fiesta -respondió el otro.
-Compadre, ahora no ves nada pero, por favor, no te asustes si vieras alguna cosa. Yo aquí he sufrido mucho y todavía me falta; me matarán siete veces y me comerán después.
Los músicos compadres empezaron a tocar y eso hacía cuando dos hombres altos, gordos y barrigones vinieron a llamar al guitarrista para llevarlo a la mesa. Ahí se embrigaron los gordos, mataron al guitarrista, le chuparon la sangre, se comieron su carne y arrojaron los huesos al suelo. Vino después un demonio que recogió los huesos, los puso sobre la mesa, los cubrió con una sábana, golpeó sobre ellos y el difunto volvió a la vida. El resucitado fue a donde estaba el compadre y le dijo:
-Ahora sí estoy seguro de que fui pecador y que por eso me encuentro en este lugar. Cuando llegué aquí todos se pusieron contentos y me dijeron que, en recompensa por haberlos obedecido, tendría que servirles una comida. Así me lo dijeron, compadre.
Los compadres empezarona tocar sones otra vez hasta que volvieron a llamar al guitarrista para matarlo y luego volverle a la vida. Así siete veces.
De este modo el amigo violinista se dio cuenta de toda la fiesta de los demonios.
Finalmente , los diablos despidieron al músico que ya no supo ni cómo llegar a su casa.

Nota: este cuento es un relato del señor Juan Antonio Cocatzintla.

Achiquihuitla, agosto de 1989.

Domingo Lorenzo y José Barón Larios

Tomado del libro: Nahuas: tradiciones, mitos y creencias. José Barón Larios (compilador). Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo: 1994.

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