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sábado, 18 de abril de 2009

Cómo se prepara el Carnaval en la Huasteca Poblana

Una vendedora de alcatraces en el tianguis de Pantepec (foto: Aída Suárez)

Hubo que viajar a la Sierra Norte de Puebla, esta vez elegí el municipio de Pantepec, ubicado en los márgenes del río del mismo nombre que más adelante y hasta su desembocadura se llamará Río Tuxpan. Singular es la ubicación de Pantepec, está en la ladera de una montaña, muy cerca del punto en donde se juntan los límites estatales de Puebla, Hidalgo y Veracruz.

Pantepec es una región en donde también convergen varias culturas indígenas, mayormente la población es otomí, pero también hay presencia tepehua y totonaca, esto revela enormemente singulares tradiciones del Carnaval en esta región poblana, mismas que se funden con la cultura cristiana-europea y africana.

Llegamos a Pantepec el Domingo de Carnaval, en muchos lugares esta fiesta está en pleno, sin embargo en Pantepec, la gente está apenas organizando los detalles necesarios para la gran fiesta que iniciará el lunes y seguirá hasta el domingo próximo. Al principio fue difícil encontrarse con el ambiente del Carnaval, más tarde pudimos ver que algunas personas hacían sus compras para ello y después nos dirigimos al Barrio Chico, adonde un grupo de personas se organizaban para la fiesta venidera.

Muy amables, las personas que en ese momento hacían esas faenas, nos explicaban en qué consistía la organización de la fiesta, primero que nada había que reunir a los vecinos, distribuir tareas, reunir algo de dinero (cosa que registran de manera detallada en una libreta), desempolvar los disfraces y conseguir los ingredientes para la comida que se dará a los participantes de la fiesta; tarea que le corresponde, no como cosa sexista, más bien en reconocimiento al buen sazón, a las mujeres del barrio.

Otra tarea importante es algo que se ha realizado desde tiempos inmemoriales en el Carnaval de Pantepec es montar una estructuctura de madera, una empalizada, debajo de ella pasarán todos los danzantes; me cuentan que antiguamente en el centro del Barrio Chico había un punto denominado "El Gallito", una fuente con una escultura de dicha ave en donde la gente del barrio tomaba agua para llevar a sus casas; hoy en día ya no existe más ese símbolo, pero sigue siendo el centro del barrio y es el lugar en donde montan dicha estructura hecha de troncos delgados.

El agujero en el cual se depositan las cabezas de los pollos sacrificados.

Ya en la fiesta del Carnaval los personajes disfrazados (damas, caballeros, charros, diablos, negritos, comanches), mientras bailan deben de saltar y atrapar la cabeza de unos pollos vivos amarrados de la empalizada; la cabeza del pollo, misma que queda en la mano del disfrazado, es depositada en un agujero que se encuentra en el piso; esto, aunque suene macabro, es un sacrificio, una ofrenda hecha en agradecimiento a la Tierra, el resto del pollo será para comérselo en mole poblano junto con los demás bailadores durante la fiesta.


Durante la semana del Carnaval, la gente baila desde las 9 de la mañana y terminan a las 5 o 6 de la tarde, se van a descansar un rato para después acudir a la huapangueada en la que se podrá bailar sin disfraz y con la pareja.

Me cuentan que en Pantepec ya no existen tríos de huapango, que es necesario traer tríos de comunides del Estado de Veracruz o de Hidalgo y en algunos casos de Huauchinango (que está un poco más lejos), esperan pronto tener la oportunidad de que los jóvenes aprendan a tocar sones de Carnaval, huastecos y huapango.

Los organizadores del Carnaval de Pantepec montando una empalizada para su ceremonia de Carnaval

El fogón en donde ya se preparaba la comida para la fiesta

La gente de Pantepec se siente agraciada de que las nuevas generaciones participan y preservan las festividades de Carnaval, es algo que forma parte de su ser y un gran compromiso con el resto de la comunidad. Don Celestino Rubio, uno de los más entusiastas organizadores del Carnaval y su esposa Eustolia Martínez, quien en esos momentos deshojaba mazorcas de maíz para hacer tamales. Don Celestino dice orgulloso: "en un zapateado de huapango nos amarramos cuando éramos jóvenes".